miércoles, 17 de junio de 2009
domingo, 14 de junio de 2009
Sueltitos
La sonrisa del enojo
Luis Eduardo Duhalde "Los represores muchas veces violan el arresto domiciliario"
Gladys D'Alessandro de Labolita
Un cartel, otra acusación
Pedro Pablo Mansilla y Alejandro "el porra" Duret cumplieron funciones en el Grupo de Artillería 1 de Azul donde funcionaba el centro clandestino detención donde se vio por última vez a Carlos Labolita secuestrado el 25 de abril de 1976.
Duret se desempeñaba como oficial de inteligencia y estaba bajo las órdenes de Mansilla, quien conducía la zona militar 125 que incluía Tandil, Azul y Olavarría.
Durante la primera audiencia, los camaradas de armas, actuaron como si no se conocieran. Sentados uno al lado del otro, en ningún momento cruzaron miradas, ni comentaron por lo bajo. Como dos perfectos desconocidos atravesaron las diez horas de audiencia.
El grito de asesinos se escuchó en varias oportunidades cuando, los acusados ingresaron a la sala y la sonrisa de Duret despertó el enojo del público. Alguien le preguntó: De qué te reís. El presidente del tribunal tuvo que ordenar que se bajar una bandera que rezaba "cárcel común, perpetua y efectiva".
Mansilla siguió atento la lectura de los argumentos de la elevación a juicio por parte de la querella y le ordenó a su abogado que corrigiera un error en sus datos filiatorios. Para el tribunal, el general retirado era argentino nacionalizado nacido en Francia. Pero su defensor aseguró que nació en territorio argentino.
Por su parte Duret, tomó algunas notas y sonrió con cinismo cuando la declaración de un sobreviviente del centro clandestino de detención lo nombra durante una sesión de tortura. Después del primer cuarto intermedio, el imputado por delitos de lesa humanidad, se dedicó a la lectura de un libro: Desmond Tutu, la biografía del primer sudafricano negro que fue elegido y ordenado como Arzobispo Anglicano de Ciudad del Cabo (Sudáfrica), y luego Primado de la entonces Iglesia de la Provincia de África Meridional (actualmente Iglesia Anglicana de África Meridional). Fue reconocido con el Premio Nobel de la Paz en 1984.
Luis Eduardo Duhalde
El secretario de Derechos Humanos de la Nación, Eduardo Luis Duhalde, se pronunció en contra de que los condenados por delitos de lesa humanidad sean beneficiados con arresto domiciliario en razón de su edad, y aclaró que la medida "es una decisión de los jueces".
Duhalde estuvo presente en la apertura del juicio oral y público por el secuestro y desaparición del militante de la Juventud Peronista Carlos Labolita, proceso en el que los acusados son el general retirado Pedro Pablo Mansilla, que está bajo arresto domiciliario porque tiene 77 años, y el coronel Alejandro Guillermo Duret, alojado en la Unidad Penal 34 en Campo de Mayo.
"El arresto domiciliario es una decisión de los jueces, pero no hay ninguna duda de que para los crímenes de lesa humanidad no corresponde", dijo Duhalde poco antes de ingresar al Tribunal Oral Federal. Añadió que "los represores muchas veces violan el arresto domiciliario, abusan de ese privilegio".
Acerca de este juicio, el primero por delitos de lesa humanidad que se lleva a cabo en Mar del Plata, Duhalde sostuvo que "la lucha contra la impunidad es fundamental para el futuro de un país".
"Por eso estamos acompañando a los familiares y dando el respaldo a los jueces ante las postura de quienes no quieren que se realicen estos juicios", dijo.
Gladys D'Alessandro de Labolita
"Espero que se pueda hacer justicia"
Gladys D'Alessandro, esposa de Carlos Labolita, dijo ayer que aguardaba "espero que se pueda hacer justicia, que es lo que estamos esperando desde hace 33 años".
D'Alessandro acompañó a su marido desde La Plata a Las Flores cuando Carlos decidió ofrecerse ante las fuerzas militares a cambio de que dejaran libre a su padre, detenido el mismo día que comenzó el golpe de Estado.
Gladis llegó ayer al tribunal junto a su suegro Carlos Rolando Labolita. Ante la prensa criticó la decisión judicial de permitir que Mansilla, de 77 años, pueda gozar de prisión domiciliaria preventiva, y señaló que "la prisión tiene que ser efectiva, porque no corresponde otro tipo de sanción".
Este proceso es el primer juicio oral por delitos de lesa humanidad cometidos durante la dictadura militar que se realiza en esta ciudad, y si bien ocurrió en la ciudad bonaerense de Las Flores, por razones de jurisdicción se desarrolla en Mar del Plata.
Un cartel, otra acusación
Cuando los imputados Pedro Pablo Mansilla y Alejandro Guillermo Duret ingresaron a la sala del tribunal oral federal Ita Molina desplegó el cartel y gritó "asesinos, mataron a mi sobrino". En la cartulina estaba la foto de Alfredo Thomas Molina con su uniforme de conscripto. Su tía culpa a los dos militares por la desaparición de su sobrino.
Alfredo nació en Otamendi pero desde muy joven vivió en Mar del Plata. En el sorteo para hacer la colimba sacó número alto y lo mandaron al Grupo de Artillería 1 de Azul.
A pocos días que le tocar ala baja, Alfredo y otros compañeros que también vivían en Mar del Plata los beneficiaron con una licencia de y aprovecharon los días libres para volver a la ciudad. Diez días antes del 30 de abril, una patrulla los fue a buscar hasta el boliche donde estaba divirtiéndose con sus compañeros. La orden fue que debían presentarse en el GADA 601 con el uniforme correspondiente.
Cuando la madre de Alfredo se entrevistó con el coronel Pedro Barda, titular del GADA, le dijo que volviera al otro día que iba a poder ver a su hijo. Al día siguiente, el joven ya había sido trasladado a Azul junto a sus compañeros. Según Ita Molina, habían faltado armas y municiones del regimiento y culpaban a su sobrino.
Dedit Molina, la madre de Alfredo, murió en 1988. Durante los primeros días que su hijo pasó en el calabozo, pudo verlo y charlar con él. Alfredo la tranquilizaba aunque le habría comentado que durante el viaje de Mar del Plata a Azul habría sido sometido a simulacros de fusilamiento.
Alfredo militaba en la JP por herencia. Su padre y tíos eran empelados ferroviarios con tradición peronista. El 30 de abril, a los compañeros de Alfredo le dieron la baja. Cuando Dedit fue a pedir por su hijo, el general Mansilla le dijo que ya le habían dado la baja y que volviera a su casa porque seguramente se había ido con alguna chica.
Alfredo no volvió a aparecer. La última información que tienen su ti y sus primas es que fue llevado al centro clandestino de detención que funcionaba en la comisaría cuarta de esta ciudad y que luego habría sido arrojado al mar en uno de los vuelos de la muerte.
Lejos de darse por vencida, la mujer embistió con enojo. Le mencionó el crimen del coronel argentino del Valle Larrabure -secuestrado por el Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) el 11 de agosto de 1974, siendo ahorcado por sus captores luego de un cautiverio de 372 días-, e interpeló al abogado: "¿eso no es un crimen contra la humanidad?. Usted está muy mal informado. Infórmese mejor".
Antes que la mujer se fuera, Sivo le preguntó su nombre. "Soy la esposa del abogado Eduardo San Emeterio y amucha honra". El esposo de la señora es el defensor del general retirado Mansilla, quien está siendo juzgado por el crimen de Labolita.
Un comentario, una provocación
Minutos después de finalizada la segunda audiencia una mujer interrumpió una entrevista que el abogado Cesar Sivo, representante de la familia de Carlos Labolita mantenía con dos periodistas.
Mientras el querellante explicaba los argumentos por los cuales se debía revocar el arresto domiciliario del general retirado Pedro Pablo Mansilla, se dirigió a Sivo para decirle que el joven que había violado y asesinado a una joven de 19 en caballito días atrás también gozaba de arresto domicilio. El abogado escuchó el comentario y replicó diciendo que en el caso Labolita se juzga a un militar por crímenes de lesa humanidad.
Lejos de darse por vencida, la mujer embistió con enojo. Le mencionó el crimen del coronel argentino del Valle Larrabure -secuestrado por el Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) el 11 de agosto de 1974, siendo ahorcado por sus captores luego de un cautiverio de 372 días-, e interpeló al abogado: "¿eso no es un crimen contra la humanidad?. Usted está muy mal informado. Infórmese mejor".
Antes que la mujer se fuera, Sivo le preguntó su nombre. "Soy la esposa del abogado Eduardo San Emeterio y amucha honra". El esposo de la señora es el defensor del general retirado Mansilla, quien está siendo juzgado por el crimen de Labolita.
Según una investigación del diario Pagina 12, el abogado es un ex integrante de la SIDE y fue custodio del general Otto Paladino, jefe del centro clandestino de detención Automotores Orletti, durante la ultima dictadura cívico militar
Con sus 86 años y el pelo totalmente blanco, la mujer se sentó frente al tribunal. Esperó muchos años este día y estaba ansiosa por declarar. Alonso contó que cuando Carlos Labolita padre fue detenido ella y otro docente organizaron una colecta para ayudar a la familia de sus compañero detenido. Pero a la tercera colecta, una orden del regimiento militar de Azul les prohibió seguir ayudando a los Labolita.
En otro tramo del relato, la docente contó que en abril de 1976, el comisario de Las Flores, Aníbal Lista, mandó a pedir al colegio Normal el expediente de Alonso, intrigada la mujer le preguntó a un policía el porqué de esa medida y sólo le contestaron "son ordenes del regimiento de Azul".
Las fuerzas militares no dejaron de hostigar a la maestra. En octubre del 76 un comando entró a su casa mientras ella no estaba, requisaron la casa y destruyeron la biblioteca. Pero el acoso no se detuvo, al año siguiente, en abril de 1977, un Ford Falcon rojo con varios militares dentro la esperó en la puerta de su casa. Alonso fue subida al auto y secuestrada por varias horas.
Después de algunas horas, Alonso fue abandonada en Monte una localidad cercana a Las Flores. Tres años después, en el 79, fue dejada cesante sin ningún tipo de explicación. Solicitó una entrevista con el coronel Pedro Pablo Mansilla, pero el jefe de la zona militar 125 nunca la recibió.
"La literatura abre la cabeza"
María de las Nieves Alonso supo el 25 de marzo de 1976 que su compañero de trabajo, Carlos Orlando Labolita, padre de Carlos, había sido detenido sin motivo por las fuerzas militares. La docente de literatura del Normal de Las Flores no dudó en organizar una colecta para ayudar a la familia Labolita. Su solidaridad le costó más de un dolor de cabeza.
Con sus 86 años y el pelo totalmente blanco, la mujer se sentó frente al tribunal. Esperó muchos años este día y estaba ansiosa por declarar. Alonso contó que cuando Carlos Labolita padre fue detenido ella y otro docente organizaron una colecta para ayudar a la familia de sus compañero detenido. Pero a la tercera colecta, una orden del regimiento militar de Azul les prohibió seguir ayudando a los Labolita.
En otro tramo del relato, la docente contó que en abril de 1976, el comisario de Las Flores, Aníbal Lista, mandó a pedir al colegio Normal el expediente de Alonso, intrigada la mujer le preguntó a un policía el porqué de esa medida y sólo le contestaron "son ordenes del regimiento de Azul".
Alonso recordó a Carlos Labolita hijo con una anécdota. La mujer relató que cuando era alumno del Normal, Carlos junto a otros compañeros editaban la revista "El polizón". Un día en grupo convocó a la maestra de literatura para que escribiera un artículo sobre la "anti literatura" de Cortázar. "Ese día me di cuenta que estos chicos sabían mucho. Lo que pasa es que la literatura abre la cabeza", dijo Alonso.
Las fuerzas militares no dejaron de hostigar a la maestra. En octubre del 76 un comando entró a su casa mientras ella no estaba, requisaron la casa y destruyeron la biblioteca. Pero el acoso no se detuvo, al año siguiente, en abril de 1977, un Ford Falcon rojo con varios militares dentro la esperó en la puerta de su casa. Alonso fue subida al auto y secuestrada por varias horas.
Según el relato de la testigo, fue sometida a un interrogatorio que incluyó golpes y tortura psicológica. Alonso no entendió muchas de las preguntas que le hizo su interrogador: cuál es tu nombre de guerra, a qué "orga" pertenecés. También recordó que le mostraron una lista donde figuraban todos los nombres de los docentes y alumnos de la escuela Normal de las Flores. Qué literatura le daba a sus alumnos, fue otra de las preguntas.
Después de algunas horas, Alonso fue abandonada en Monte una localidad cercana a Las Flores. Tres años después, en el 79, fue dejada cesante sin ningún tipo de explicación. Solicitó una entrevista con el coronel Pedro Pablo Mansilla, pero el jefe de la zona militar 125 nunca la recibió.
En 1980, Alonso fue al Ministerio de Educación de la Nación. Su expediente de desempeño tenía adosado un papel con una leyenda en lápiz: "Ojo Nieves Alonso". El intendente de Las Flores se largó a llorar delante de ella porque dijo no poder hacer nada para ayudarla. Sus compañeros juntaron firmas para que la reincorporaran pero no hubo caso. Ayer antes de retirarse del tribunal agradeció a los jueces por permitirle contar la verdad y felicitó a Gladis Labolita por su lucha de tantos años. La sala entera la aplaudió.
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